domingo, 26 de junio de 2016

EL TEOREMA DE LOS INFINITOS MONOS

El teorema de los infinitos monos es una conocida demostración matemática que afirma que, si un número infinito de monos escribieran en una máquina de escribir durante un espacio de tiempo infinito, terminarían escribiendo alguna de las obras de Shakespeare.
Este teorema se basa en que es posible demostrarlo de forma matemática. Así pues, veamos una demostración directa del teorema:
Partiendo de la suposición de que un teclado contenga un conjunto de 50 teclas diferentes y la palabra objetivo sea banana, mecanografiando al azar, la probabilidad de que:

La primera letra escrita sea b es: 1/50
La segunda letra escrita sea a es: 1/502
La tercera letra escrita sea n es: 1/503
La cuarta letra escrita sea a es: 1/504
La quinta letra escrita sea n es: 1/505
La sexta letra escrita sea a es: 1/506
Y así sucesivamente. Dichos eventos son estadísticamente independientes (ninguno de ellos afecta al resultado del otro).

Por contrapartida, habría que analizar las probabilidades de no escribir banana en cada bloque de 6 letras.

El cálculo a la inversa se trataría de 1-1/506.

Dado que cada bloque del que hablamos esta siendo considerado estadísticamente independiente, la probabilidad X de no escribir banana en cada bloque de 6 letras es de X=(1-1/506)*n.

Así, a medida que n aumenta, X se reduce. Por ejemplo:

Para n=1 millón, X=99.99%
Para n=10 mil millones, X=53%
Para n=100 mil millones, X=0,17%.

A medida que n se acerca a infinito, la probabilidad de X tiende a cero. Si considerásemos las veces que se escribiría banana entre bloques de 6 letras, X tendería a cero incluso más rápidamente.


LA PARADOJA DE EPICURO


Si Dios está dispuesto a prevenir el mal, pero no puede, entonces él no es omnipotente.
Si puede, pero no está dispuesto, entonces él es malévolo.
Si puede y está dispuesto, entonces ¿de dónde viene el mal?
Si no puede ni está dispuesto, entonces ¿por qué llamarlo Dios?


lunes, 28 de marzo de 2016

¿CUÁLES SON LAS FUNCIONES DE LAS NEURONAS ESPEJO?



Las neuronas espejo se activan desde el nacimiento y le permiten a los bebés imitar los movimientos de los adultos e ir aprendiendo. Por tanto, son la base de la capacidad innata de imitación, sin la cual el aprendizaje sería prácticamente imposible.

Sin embargo, todo no termina ahí. Las neuronas espejo desempeñan un papel fundamental en la planificación de la acción. Básicamente, también nos sirven para realizar una simulación de las acciones antes de llevarlas a cabo.

Sin embargo, una de las funciones más interesantes y controvertidas de las neuronas espejo consiste en permitirnos comprender lo que piensan los otros. Aunque hay neurocientíficos que afirman que las neuronas espejo se restringen únicamente a la simulación de las acciones motoras, existen otros investigadores que consideran que no sería descabellado pensar que también están implicadas en el proceso de simulación de las intenciones de los demás; es decir, que son útiles para inferir las intenciones de otras personas.

Por ejemplo, cuando vemos a alguien realizando determinada actividad no nos limitamos a observar sus movimientos motores sino que vamos más allá, no solo analizamos qué está haciendo sino el por qué. Si vemos que alguien se inclina hacia el suelo, no solo simulamos mentalmente sus movimientos sino que nos imaginamos la razón de sus actos, suponemos que está recogiendo algo que se le ha caído. Por tanto, se puede afirmar que las neuronas espejo también nos ayudan a inferir los motivos y pensamientos de otra persona.

Incluso hay quienes afirman que la simulación de las neuronas espejo no se limitan al plano motor sino que incluye las emociones y las sensaciones de los demás. De hecho, se ha apreciado que algunas zonas del cerebro vinculadas a las emociones se activan lo mismo si somos nosotros quienes las experimentamos que si vemos a otras personas vivenciándolas. Desde esta perspectiva, las neuronas espejo también nos permitirían ser empáticos, ponernos en el lugar del otro y sentir lo que el otro siente. No es casualidad que algunos neurocientíficos también las conozcan como las “neuronas de la empatía”.