Cuando Immanuel Kant expone su teoría del conocimiento en la Crítica
de la Razón Pura, dice que el sujeto debe construir sus propios objetos de conocimiento,
y asume, de esta manera, el principio según el cual la experiencia, es
absolutamente necesaria para el quehacer de la facultad cognoscitiva, no es,
sin embargo, suficiente, puesto que entrega información caótica y fragmentaria.
En este sentido, el reto consiste en dar forma a dicha información mediante una
escalonada labor de síntesis.
De este modo lo expresa en la Crítica de la Razón Pura (B 164):
pero los fenómenos son simples representaciones de cosas que nos son
desconocidas, por lo que respecta a lo que ellas sean en sí. En cuanto meras
representaciones, no se hallan sujetas a otra ley de conexión que a la impuesta
por nuestra capacidad conectora. Ahora bien, lo que conecta lo diverso de la
intuición sensible es la imaginación, la cual depende del entendimiento en lo
que se refiere a la unidad de su síntesis intelectual, mientras que depende de
la sensibilidad en lo que se refiere a la diversidad de la aprehensión. Pues
bien, dada su complejidad, es necesario considerar por separado cada uno de los
pasos de este denso pasaje de la obra kantiana.
El conocimiento: tres síntesis
La primera de las tres síntesis es la llamada
síntesis de aprenhensión: es llevada a cabo por la sensibilidad y permite que
la experiencia no sea un conjunto incoherente de percepciones, como si se
observasen los lados de un triángulo a modo de datos totalmente inconexos e
independientes, o el color, textura y forma de una naranja como datos que no
pertenecen a un mismo objeto. La síntesis de aprehensión
permite que el sujeto cognoscente no se quede sencillamente en elementos
aislados, sino que alcance totalidades perceptivas: percibe la textura, el
color y la forma como pertenecientes a esta naranja particular.
La segunda, que es llevada a cabo por la
imaginación, es la síntesis de reproducción, y permite reconocer como la misma
totalidad perceptiva datos alcanzados en momentos diferentes. La síntesis de
aprehensión, que, como acaba de ser expuesto, permite captar totalidades
perceptivas se agota, por así decirlo, en su presencialidad, es decir, en el
aquí y ahora: se percibe una naranja (su color, su textura, su forma) y cuando
se cierran los ojos, al mirarla otra vez, se trata de una experiencia con datos
diferentes. Pues bien, gracias a la síntesis de reproducción, se puede hablar
de un mismo fenómeno en distintos momentos y en distintos lugares; gracias a
ella es posible identificar esta naranja como la misma de ayer, de hace un
momento, o como la misma que se experimentará mañana. La imaginación es, de este modo, una facultad cuya función consiste en completar lo
que falta, los vacíos perceptivos, por llamarlos de algún modo, y conectar
experiencias que, desde el punto de vista de la aprehensión, no tienen ninguna
relación.
Por su parte, la tercera y última síntesis de
este proceso es la denominada síntesis de reconocimiento. Gracias a esta
síntesis, que es llevada a cabo por el entendimiento, es posible aplicar un
mismo concepto a fenómenos del mismo tipo. Decíamos que a través de la síntesis
de reproducción somos capaces de identificar un fenómeno como el mismo en
diferentes momentos y lugares, pues bien, a través de la síntesis de
reconocimiento, se puede utilizar un mismo concepto para hacer referencia, por
ejemplo, a diversas naranjas, las cuales, consideradas desde el ámbito
puramente perceptivo, son fenómenos totalmente diferentes.
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