El conocimiento a priori según Kant es definido como
aquel que es completamente independiente de la experiencia; pero no ya el que
es independiente de esta o aquella experiencia, sino de toda experiencia. Con
esto lo que Kant quiere darnos a entender es que los conocimientos a priori son
todos aquellos a los que no se ha añadido nada empírico, para tratar de hacer
más claro este punto pensemos en el caso de la proposición todo cambio tiene
su causa, que resulta ser efectivamente a priori, dado que es independiente de la
experiencia, pero sin embargo, no puede considerarse como a priori puro, dado
que el concepto de cambio sólo puede extraerse de la información proporcionada
por la sensibilidad, y por lo tanto a dicha proposición a priori se le ha
añadido algo empírico.
Para Kant las formas a
priori de la sensibilidad (las intuiciones puras) así como las categorías o
conceptos puros del entendimiento, si bien dependen de la experiencia sensible
para poder tener algo sobre lo cual actuar, en cuanto tales son completamente independientes de los datos
sensibles, es decir son a priori. Ahora bien, resulta necesario que se admita
que dichas formas necesitan ser universales y necesarias, dado que al no ser
dependientes de la experiencia, no pueden ser puestas en juicio por ningún
hecho del mundo. En consecuencia estas han de aplicarse a todo conocimiento
válido y a todo ser humano (universalidad), al tiempo que resultan necesarias
respecto al conocimiento de los fenómenos.
Es necesario que tengamos en cuenta, que cuando Kant
nos dice que las formas son a priori, no
pretende adoptar en ningún momento algún tipo de innatismo, puesto que si bien las formas a priori no dependen de la
experiencia, si requieren de ella para poder ejercer su acción.
De esta manera
las formas a priori de la sensibilidad y del entendimiento son instrumentos
cognitivos que, aún sin ser innatos, aparecen a priori en el sujeto cognoscente
y hacen que sea posible el conocimiento. Esto es dado a que precisamente a su
carácter innato, dichos elementos requieren de una especie de correlato sobre
el cual actuar, y es en este sentido que las sensaciones son un aspecto
imprescindible del quehacer cognitivo en la teoría kantiana del conocimiento.
Es así que resulta ahora decisivo
insistir sobre esto: si las formas a priori fuesen innatas, entonces sería
posible ejercitar la actividad cognitiva sin necesidad alguna de la
experiencia, pero esto no es lo que defiende Kant, pues para él las sensaciones
son condición de posibilidad de todo conocimiento legítimo: en definitiva,
todo pensar tiene que hacer referencia, directa o indirectamente, a intuiciones
y, por consiguiente (entre los humanos), a la sensibilidad, ya que ningún
objeto se nos puede dar de otra forma (Crítica de la Razón Pura, A 19/B
33).
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